El pasado viernes 21 tuve la ocasión de asistir al primer Beer Storming que se hizo en el Brew Home (c. Joan Blanques, 62) con un buen grupo de gastrobloggers... Antes de todo, grácias a Òscar de DeCuina.net por la velada.
El evento estuvo bien organizado por Roger y Daniel, conduciendo la cata y promoviendo el flujo de información: sobre las cervezas en la mesa y sobre los matices que éstas despertavan en los catadores, un buen grupo de gente que se dedica, por afición o profesión, a escribir blogs sobre cocina. Somos gente peculiar...
El centro del acto fue un cuarteto de cervezas artesanas Espiga, empresa capitaneada por Arnau y Teresa, dos emprendedores que un día decidieron lanzar-se a la producción de sus propias fórmulas. Estaban presentes ambos para presentarnos a sus "hijas".
Para poder hacer un maridaje, era necesario la comida, la pitanza... y esta vino de manos de Gilles, el chef del Mosquito, quien nos maravilló con cuatro platos pensados para cada una de las cervezas que probaríamos. ¡Y cómo casaron comida y bebida!!!!
Como en cualquier boda, las parejas tenían que hacer el baile de rigor que estas ceremonias tienen. La música y la poética vinieron de manos de los Versonautas quienes pusieron el toque sensorial del oído que complementaba a la vista (maravillas líquidas y sólidas que aparecieron delante de nosotros), el tacto (la boca acariciando cerveza y comida), el gusto (extrayendo todos los matices de lo que nos deleitaba) y el olfato (percibiendo todo un conjunto de aromas y perfumes).
La primera cerveza que probamos fue la Blonde Ale, aromática, con toques de fruta, sobretodo la tropical... a mí me vino a la nariz el albaricoque. El gusto confirmó el aroma.
Su pareja fue un Ceviche de jurel y corvina muy suave en el que se respetava mucho el gusto del pescado.
La siguiente en la lista era la Pale Ale, una cerveza con cuerpo y toques de toffee, de tono cremoso... Me sorprendió cómo de "viva" era, con una espuma creciente cuando de ponía en el vaso. La espuma no era muy aromática, pero el resto sí.
Esta cerveza con cuerpo necesitaba de algo con cierta contundencia a su lado, así que nos sirvieron una extraordinaria costilla de cerdo con una ternura tal que el hueso se despegaba con facilidad y una grasa convertida en pura mantequilla. La compañía era un finísimo all i oli y una mousse de berenjena.
A continuación vino la Ipa Garage, un retorno de la cerveza aromática con toques de fruta (incluso la espuma) y un gusto con matices cítricos.
El plato acompañante, esta vez, fue una inspiración en el tradicional bacalao con pasas y piñones, pero con algas y un crujiente maravilloso de piel de bacalao.
Y la última pareja fue la Black Ipa... Personalmente, tengo debilidad por las cervezas negras, pero ésta me gustó especialmente, pues a los habituales toques de tostado, café y chocolate de este tipo de elixir, se le tiene que sumar una característica que la hace maravillosa: ¡tiene toques balsámicos! Esto hace que tenga un frescor inceible.
El postre fue su acto.
Un mochi de té matcha con cardamomo negro la siguió en las escenas finales.
El evento estuvo bien organizado por Roger y Daniel, conduciendo la cata y promoviendo el flujo de información: sobre las cervezas en la mesa y sobre los matices que éstas despertavan en los catadores, un buen grupo de gente que se dedica, por afición o profesión, a escribir blogs sobre cocina. Somos gente peculiar...
El centro del acto fue un cuarteto de cervezas artesanas Espiga, empresa capitaneada por Arnau y Teresa, dos emprendedores que un día decidieron lanzar-se a la producción de sus propias fórmulas. Estaban presentes ambos para presentarnos a sus "hijas".
Para poder hacer un maridaje, era necesario la comida, la pitanza... y esta vino de manos de Gilles, el chef del Mosquito, quien nos maravilló con cuatro platos pensados para cada una de las cervezas que probaríamos. ¡Y cómo casaron comida y bebida!!!!
Como en cualquier boda, las parejas tenían que hacer el baile de rigor que estas ceremonias tienen. La música y la poética vinieron de manos de los Versonautas quienes pusieron el toque sensorial del oído que complementaba a la vista (maravillas líquidas y sólidas que aparecieron delante de nosotros), el tacto (la boca acariciando cerveza y comida), el gusto (extrayendo todos los matices de lo que nos deleitaba) y el olfato (percibiendo todo un conjunto de aromas y perfumes).
La primera cerveza que probamos fue la Blonde Ale, aromática, con toques de fruta, sobretodo la tropical... a mí me vino a la nariz el albaricoque. El gusto confirmó el aroma.
Su pareja fue un Ceviche de jurel y corvina muy suave en el que se respetava mucho el gusto del pescado.
La siguiente en la lista era la Pale Ale, una cerveza con cuerpo y toques de toffee, de tono cremoso... Me sorprendió cómo de "viva" era, con una espuma creciente cuando de ponía en el vaso. La espuma no era muy aromática, pero el resto sí.
Esta cerveza con cuerpo necesitaba de algo con cierta contundencia a su lado, así que nos sirvieron una extraordinaria costilla de cerdo con una ternura tal que el hueso se despegaba con facilidad y una grasa convertida en pura mantequilla. La compañía era un finísimo all i oli y una mousse de berenjena.
A continuación vino la Ipa Garage, un retorno de la cerveza aromática con toques de fruta (incluso la espuma) y un gusto con matices cítricos.
El plato acompañante, esta vez, fue una inspiración en el tradicional bacalao con pasas y piñones, pero con algas y un crujiente maravilloso de piel de bacalao.
Y la última pareja fue la Black Ipa... Personalmente, tengo debilidad por las cervezas negras, pero ésta me gustó especialmente, pues a los habituales toques de tostado, café y chocolate de este tipo de elixir, se le tiene que sumar una característica que la hace maravillosa: ¡tiene toques balsámicos! Esto hace que tenga un frescor inceible.
El postre fue su acto.
Un mochi de té matcha con cardamomo negro la siguió en las escenas finales.
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