16 dic 2015

Top Chef España, pesadilla en la gastronomía



Hoy es el último programa de la tercera edición de “Top Chef” en España. Y la sensación es que es un programa en el que cada vez menos importa la comida, prima el espectáculo y se vende… mucho.

Es un programa con muchísimas posibilidades para dar a conocer lo que rodea al mundo de la cocina, pero están mostrando la cara más reprobable de la misma.

En primer lugar, el nivel de los participantes ha ido cayendo temporada tras temporada. Los supuestos grandes chefs entre los que se escoge al mejor, parecen no serlo tanto. No sólo porque los ves incapaces de hacer técnicas básicas que se le supone a un profesional (como limpieza y corte de productos) sino que se ponen al borde del infarto cuando una ama de casa compite con ellos con un plato que ella domina… Y sólo dos la superaron…




Hay que destacar que el programa ha premiado más el “espectáculo” dado por los concursantes (menosprecios, golpes, malos modos…) que por explicar al público las técnicas usadas por los cocineros, didáctica sobre utensilios y técnicas, divulgación de gastronomías diferentes…

Las pruebas no han ayudado a una divulgación efectiva y positiva de la gastronomía, pues más valía el reto de un plato cocinado mientras se corre en relevos a uno con técnicas de aprovechamiento, de forma que preparando un plato, pudiesen sacar otros más.

Y es que el gran pecado que están cometiendo en este programa es dar una pátina de honorable gastronomía al McDonald’s: ya van dos ediciones en el que este establecimiento de comida rápida participa. Sinceramente, los concursantes y jurado no deberían someterse a tal herejía. Sí, digo bien: herejía. ¿Cómo puede ser que de los bocadillos de McDonald’s, el del chef Dani García sea el segundo más calórico (sólo por detrás del Grand McExtreme con Bacon) y el que tiene más grasas saturadas? Sinceramente, creo que estas asociaciones son muy perniciosas para la alta cocina… Y desde el programa que quiere “divulgar” la alta cocina, no se debería cometer tal error.




El trato personal, ya mencionado antes, también se ha visto a la hora de tratar a glorias de los fogones. En esta edición ha participado Montse Estruch, una dama de la cocina que, por lo visto, pasa un mal momento personal y profesional. Y le han permitido participar, pero para poderle restregar “su incompetencia”… Al menos, eso es lo que me han transmitido. Si de verdad querían ayudar a Montse Estruch, deberían haberla invitado al programa para que fuese el centro de atención de los concursantes. En honor a su trayectoria. Pero los cocineros invitados al programa acostumbran a ser los mismos en las tres ediciones. Esto parece más una promoción entre amigos que un reconocimiento a la trayectoria que merece gente como Estruch o Carles Gaig.

Con los concursantes, también se demuestra que la alta cocina está llena de snobs. Y para muestra de mis palabras, sólo es necesario seguir las palabras de Sergio Bastard, el Justin Bieber de las cocinas. Un cocinero que en muchas ocasiones se ha puesto por encima de sus “compañeros” y que ha demostrado una ignorancia supina en otras tantas como el decir que con una ostra es más fácil hacer un buen plato que con unos mejillones. ¡Qué memez! Claro que, posiblemente, Bastard pertenezca al club de los (cocineros, críticos y comensales) que piensa que los mejores productos son los más caros; que la alta cocina lo es por usar los ingredientes más raros y exclusivos…

Y ya por último, constatar la triste realidad del postre en la cocina: menospreciado. A no ser que estuviesen obligados a hacerlo, los concursantes, por decisión propia, nunca hacían un postre. O sea, que para demostrar que eres un buen cocinero, te tienes que olvidar de lo dulce. Esto llega a tal extremo, que en una prueba final en la que se tenía que hacer una tarta, los dos concursantes en liza fallaron estrepitosamente.

Sin duda, otros opinarán igual que yo, otros en mi contra, otros añadirán cosas y otros matizarán mis palabras… Y todo con razón. Pero, sinceramente, para mí, Top Chef debería dar un giro en su rumbo y mejorar la selección de concursantes; promover pruebas que muestren más pericia; ayudar a divulgar técnicas, culturas gastronómicas y productos… deberían hacer que la gente quisiera más a la gastronomía en lugar de jugar a endiosar a unos dejando a otros por el camino. Por mi parte ya sé a qué restaurantes no ir: a los de los concursantes de Top Chef.

2 comentarios:

  1. Estoy bastante de acuerdo con lo que dices. Yo te diré cuál es el mayor problema, el casting. No escoge a buenos cocineros, solo a quien puede hacer el show mejor. Es una verdadera pena.

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  2. Básicamente, Esther, ese es el problema principal: el show por encima de la gastronomía.

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